25.10.07

Cacaluta 25-8-99

Visita de Guillermo Fadanelli y Martín Solares. Los dos reunen esos rasgos de nobleza e inteligencia que distinguen a los hombres originales. Hasta ahora ninguno de los dos ha alcanzado la plenitud creativa; pero, de persistir en el intento, Guillermo podría convertirse en el narrador por excelencia de la infernalidad urbana, y Martín en el editor de la narrativa mexicana del nuevo siglo. Es posible: todo depende del desenlace de la lucha radical entre la soberbia y la humildad, la luz y la oscuridad

Mucho agave y demasiadas palabras. Martín insistió en que desearía ser mi editor, deseo que comparto tras el creciente desacuerdo con Planeta. Sin embargo, le falta aún a Martín un buen trecho –quizás el más difícil- para superar el promisorio desempeño que logró alcanzar en Tusquets.

Ante el asalto de los neofenicios al poder editorial, no sólo se me sublevan las ganas de escribir, sino también las de publicar. Por desgracia aún no he aprendido a serle fiel al silencio.

Cacaluta 16-8-99

Hace una década el peregrinar de lectores que venían a confirmar lo narrado en Entrecruzamientos nos puso al límite del aislamiento radical. Jóvenes universitarios en su gran mayoría, que se aventuraban a través de la selva o venían con algún lanchero con ánimo de conocer al impecable don Ramón y comprobar si los delirios de ruptura que le habían despertado los tres volúmenes tenían una fundamentación existencial. Resultaba cuando menos desconcertante encontrarse con tanta expectativa y admiración en esas miradas que anhelaban zambullirse en su propia experiencia utópica.

Hoy, las lanchas y los yates que pasean a los turistas en el área marítima del Parque Nacional recitan una mezcla de verdades y mentiras justo frente a nuestro refugio, y esta rutina profana nos recuerda sentenciosamente que somos una anomalía en franco proceso de extinción.

Con los netos huatulqueños, después de la respuesta agresiva motivada por la publicación de Huatulqueños y Samahua, la relación parece haber entrado ya en una fase de respeto y simpatía. Sin embargo, queda entre los especimenes más broncos y maleados por el poder, un rescoldo de resentimiento hacia mi vida y mi obra que recuerda a los peores tiempos de barbarie.

Desentrañar literariamente la esencia nucleohistórica de un pueblo suele ser una ofensa imperdonable para los que usufructuan el poder presentáneo: el rechazo lo vivieron Tolstoi y Dostoievsky, y también Faulkner y Valle-Inclan; en México el caso de Rulfo sería patético si no fuera trágico, pues todavía está por dilucidarse cuánta culpa le correspondió al rechazo de algunos de los paisanos más encumbrados hacia Pedro Páramo y El llano en llamas en la esterilidad sufriente del autor.

En todas las culturas la visión esencial que da rostro y corazón a la comunidad, siempre ha sido considerada como un privilegio exclusivo de la casta sagrada. La transgresión de la norma por alguien ajeno a este sacerdocio, es un acto criminal; por eso los romanos le daban al término sacer esa doble connotación de reverencia y transgresión.

A decir verdad, sólo el destino providencial pudo hacer posible que todos los intentos por convertirme en festín de zopilotes no alcanzaran a consumarse.

Cacaluta 15-8-99

El culto a la ganancia rápida, sin importar para nada la moral, la justicia y el espíritu, me hace reflexionar que el facilismo y la decadencia no son en el fondo más que formas de renuncia. Lo que una obra light nos muestra es la fugacidad de lo aéreo, de lo que no tiene enraizamiento ni permanencia. Para que una obra describa la decadencia sin mediocrizarse, debe llevar implícita la motivación esencial de la caída; es decir, deberá ser la visión de una omnisciencia que en todo momento trascienda los límites de lo narrado.
Y si bien es cierto que las cosas muestran su verdad cuando dejan de ser lo que son, este “dejar de ser” debe entenderse más como un esfuerzo necio por querer seguir siendo, que como una renuncia resignada. Este, justamente, es el sentido que Valle-Inclán le daba a la grandeza caída: el empeño obstinado e inútil de la plenitud por evitar el abrazo de la nada.
En última instancia, el único conocimiento que se acerca a la verdad es el del tránsito del ser hacia la nada. Pero, ¿y qué es la nada sino la fusión con el Todo?

Cacaluta 12-8-99

La visión de un venado con su nueva cornamenta me hizo recordar el ciclo de muerte-renacimiento que rige para la vida no domesticada. Los huatulqueños creen que es el propio dueño de los animales salvajes –divinidad oscura y justiciera- el que recoge la cornamentas cuando al inicio de la temporada de lluvias los venados se desprenden de ellas. Lo sorprendente del asunto es que en los veinte años que llevo recorriendo la selva jamás haya podido dar con alguna cornamenta desprendida. La razón, no obstante, parece obvia: el pelo se transforma en hueso, y el hueso en polvo pútrido.
El cambio de cornamenta es, sin duda, otra versión del mito de Deméter: en éste está contenido todo el misterio del culto vegetal; en aquél, puede verse la ritualidad de una cultura guerreante. Si partimos de que la inteligencia es el arma más efectiva del hombre, me atrevería a pensar que el cambio anual de la visión del mundo nos pondría ante las cosas con una sana actitud de pasmo.
En el fondo, la creación –toda forma de creación- no es otra cosa que un cambio de cornamenta. Desechar y perfeccionar, morir y renacer cíclicamente –en cada sinfonía, cada libro, cada cuadro- son las dos fases del proceso creativo. El creador que no se desprende de sus armas después de cada hallazgo, quedará de inmediato fuera del ritual creativo; a la distancia verá la disputa de los más capaces y sólo podrá acceder si acaso al goce fugaz de alguna medianía.

Cacaluta 10-8-99

Diosecillos arrogantes cuando no pobres diablos, estamos condenados a vivir en la incompletitud del tránsito. La total diversidad es igual de anuladora que la plena uniformidad. No puede haber grandeza en una sociabilidad donde todos sus miembros se consideran únicos en su afán protagónico. Los igualitarismos sociales no son más que intentos autoritarios que pretenden violentar la desigualdad natural.
Cuánto más vivo y sufro las miserias de los indígenas, más me convenzo de que el indigenismo es en realidad la consumación de todos los errores de Occidente. Es desalentador comprobar cómo el indígena que supera el resentimiento histórico, termina la mayoría de las veces convirtiéndose en tiranuelo de su propia gente.
Si en la travesía es donde se forja el destino, es claro que el futuro del resentimiento indígena será el total desarraigo.