11.4.08

Cacaluta 17-12-99

Hay en los momentos de caída una desgana de mundo que si perdura se convierte en pura negación. Cuando se está en ellos es más, mucho más, lo que no se hace que lo que se hace, y aun así lo que se hace está nimbado de mediocridad y rezuma rencor ante la impotencia.

Escribir es siempre más tarea que leer. Para mí la lectura es el lado gozador de la escritura, y un escritor que no lee con gusto lo que escribe es un mal escritor. Lo verdaderamente insano es cuando ya ni se goza la lectura. Algo le corresponde a la naturaleza circundante y algo al libro; pero lo determinante es cómo se haga la lectura.

Con Bakakái de Gombrowicz ni siquiera pude llegar a la mitad. En los setentas Ferdydurke y Cosmos habían consagrado al autor como excéntrico y antigregario: dos atrayentes calificativos para los cultores de los límites. Ahora que todo alrededor es fermento y agotamiento, la rebuscada absurdidad de los relatos me parece de una excentricidad provinciana.

Con la vida de Santa Teresa, que alterné para oxigenarme fue mayor el abrumamiento que la aburrición: me aniquiló tanto sufrimiento y tanto deseo de soportarlo. Tal vez el motivo esté en el farragoso castellano del siglo XVI, y a que cuando uno está en el abismo todo se ve alto, quizás demasiado alto.

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