11.4.08

Cacaluta 7-11-99

Los buzos huatulqueños -por fortuna en franca extinción- rechazan instintivamente el trato con el turista. Son promiscuos y de un orgullo que sólo se puede atribuir a su desconfianza radical hacia los extraños. Con un gancho, un arpón y una pequeña barreta saquean sistemáticamente las profundidades del Parque marino. Cuando van en lancha y sorprenden al paso a una tortuga, se clavan al instante sobre ella y la suben. No buscan la exquisita carne ni la preciada piel, sino tan solo los huevos. Con un cuchillo le hacen a las hembras una hendidura en el costado y por allí, metiendo con avidez su garra, le extraen todos los huevos; después arrojan la tortuga al mar y se ríen salvajemente de la rapidez con que el animal aletea hacia la profundidad dejando un rastro de muerte. Tras varios días de andar flotando a la deriva, las olas arrojan el cuerpo pútrido a la orilla y allí los zopilotes realizan su ritual macabro. El espectáculo tiene toda la perversidad de un mitin político: primero picotean los más fuertes, alrededor de éstos curiosean los que siguen en atrevimiento y por último, en la franca e inofensiva periferia, merodean los perdedores. Al atardecer, cuando los fuertes levantan el vuelo satisfechos, los débiles se acercan para confirmar la derrota.

1 comentario:

Edu. dijo...

Qué fortuna encontrar su literatura señor.