5.3.08

Cacaluta 22-9-99

Los sueños de vuelo se han distanciado en la medida en que he dejado de ensoñar a media mañana para dedicarme de lleno a la literatura.

La bajeza moral y el trasiego de poder me inflaman a menudo de rebeldía, aunque en el fondo esté convencido que tanto en los sueños como en la vida cotidiana la única salida es el desapego.

Siempre he admirado por su fluidez y capacidad de renuncia a los estoicos y los místicos. Por supuesto que no me imagino a Séneca o a San Juan de la Cruz encima de las rocas jalando un pargo o espiando en la cima de un pochote la llegada de un venado. Lo que me une a ellos no es el acecho exterior, sino la convicción plena en la vivencia interior, la búsqueda de la máxima potenciación del ser, el anhelo más sublime al que podemos aspirar.

Es claro que no soy un soñador, aunque me atraiga el andar merodeando por otros mundos. Por naturaleza y convicción soy un acechador: algo de pico y garra más próximo al águila que al búho.

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