5.3.08

Cacaluta 30-8-99

Ayer Weimar y la Alemania unida celebraron de manera muy especial otro aniversario del nacimiento de Goethe. Más de cien mil personas se reunieron en la designada capital de la cultura europea del 99 para beber cerveza y compartir el pasmo del homenaje mulitudinario. Se venció de todo, desde libros hasta figurillas con la imagen mofletuda del patriarca y de su gran amigo y confidente Schiller. La noticia me llegó con el repulsivo clamor comercial que ahora parece envolverlo todo. No obstante, es mil veces preferible el griterío profano en torno a la memoria de los hombres sabios, que el estallido masivo ante engendros como Hitler “que sublevan contra sí al universo”.

Por la mañana, lluviosa y electrizada como los dos días anteriores, Nicéforo demolió mi escepticismo demostrándome que la cantidad de gusanos blancuzcos que brotaron por doquier caminaban sobre su espalda. A la vista de la boca y las patitas que parecían prevenir un ataque desde el aire, tuve la sospecha de que tal vez en el arrastre defensivo a que hoy se ve obligado el habitante de las grandes urbes, esté ya anunciada la futura desaparición de pies y manos: una sociedad que empieza a vivir de espaldas, está condenando a sus vástagos al vil arrastre.

Lecturas efímeras de autores contemporáneos: libros que mi humilde biblioteca rechaza por falta de espacio. Entre todos los recibidos el más reciente de Daniel Sada Porque parece mentira la verdad nunca se sabe merece que se le haga un lugar. Se trata de un delirio lingûístico interminable, como si al desierto de Sonora comenzaran de pronto a crecerle las más inverosímiles orquídeas por todos lados.

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