23.8.07

Cacaluta 2-6-99

Escribir un diario suele ser la manera más segura de perderse en la seudoeternidad, aunque lo que se busque sea más bien la permanencia de la memoria.

En el bagaje hay de todo: desde la caza sutil de Jünger hasta las presentaneidades de los Goncourt. Sin embargo, no son los diarios lo que yo consideraría como literatura creativa; me atrae mucho más el distanciamiento distorsionante de la biografía, ese reacomodo esencial de la mirada a través de una conciencia interesada y egoísta. Los escritos de un salvaje de Gauguin y El cazador blanco de John Hunter continúan siendo referencias extremas.

Hay en las primeras lluvias del trópico una ejemplificación desbordante de los ritos mistéricos diez veces milenarios de Eleusis. En ningún lugar ha querido la naturaleza tanto su fecundidad y sacralidad como en estos ecosistemas de selva mixta caducifolia que aún sobreviven a la idiotez tecnológica. A tan sólo una semana de la caída de la primera lluvia, los brotes reverdecen el entorno en medio de un silencio prodigioso que ni se rompe con el goce cantarino de los pájaros: es la exigencia inquebrantable del crecimiento portentoso de la vida hacia su máximo.

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